Traducido por Patricia Boero
Han pasado 30 años desde que Víctor Erice ganara el Premio del Jurado de Cannes con su hipnotizador saludo al arte y al proceso artístico, El Sol del Membrillo (1992), precedido por los clásicos españoles El Espíritu de la Colmena (1972) y El Sur (1983). En el largo intervalo, Erice ha realizado algunos cortometrajes. Sin embargo, (como observa morosamente su personaje, el director y guionista Miguel de Cerrar los ojos), escribir cuentos es un entretenimiento; escribir una novela es un asunto serio. Y lo mismo ocurre con este cuarto largometraje de Erice, una larga y seria reflexión sobre el valor del arte -ya sea en forma de películas, música, fotografías o danza- y la fuerte respuesta emocional que suscita en quienes están en sintonía con su mensaje.
El trasfondo proustiano también emerge con fuerza -aunque nunca es tan obvio como para golpearte en la cabeza- en otro tema que recorre la película, el de recuperar el tiempo perdido, en particular la juventud y nuestras primeras ambiciones, junto con las personas que una vez nos importaron tanto, sólo para perderse en recuerdos que se desvanecen con el paso de los años. Cerrar los ojos es la búsqueda frenética por recuperar la memoria y las sensaciones que pertenecen a otro período de la vida, y el optimismo de que, con esfuerzo, esto es posible.
Los muchos admiradores de Erice se sorprenderán con la cantidad de narración que mantiene la película (de casi tres horas de duración) transcurriendo sin problemas, especialmente después de la brillantez no narrativa de El sol del membrillo. Aquí, Erice y su coguionista Michel Gaztambide, cuyos créditos recientes incluyen varios thrillers, engañan al público con un comienzo clásico de misterio/aventura, con algún parecido a El halcón maltés. En un remoto castillo llamado Triste-le-Roi (literalmente, el rey triste), algún tiempo después de la Segunda Guerra Mundial, el moribundo Monsieur Levy le pide a un investigador privado que encuentre a su hija medio china y la traiga de Shanghai para poder verla mirándolo por última vez.
Pero en cuanto el espectador se sumerge en esta historia familiar, la alfombra desaparece y aparece el mundo moderno con sus colores nítidos y sus ritmos ajetreados. Miguel Garay (Manolo Solo), un cineasta canoso y desaliñado con gorra de béisbol, acude al estudio de televisión del programa “Casos sin resolver” para vender su historia sobre un actor desaparecido 22 años antes. Resulta que el desaparecido es el intenso Julio Arenas (José Coronado), que interpretaba al investigador en la última e inacabada película de Miguel, La mirada del adiós, y su aparición en la primera escena era una película-dentro-de-la-película.
Mientras Miguel repasa el caso con la presentadora de televisión (Helena Miquel), los datos conocidos son pocos. Julio había estado nervioso durante la filmación en las últimas semanas antes de su desaparición; sus zapatos y su coche fueron encontrados en un acantilado; la policía había archivado el caso como un accidente, aunque no se podía descartar el suicidio. Miguel es entrevistado para el programa, pero no aparece ningún dato nuevo.
Sin embargo, este fantasma del pasado estimula al forastero Miguel a buscar a sus viejos amigos de Madrid, como Max, su maravilloso editor, su antiguo amor Lola, que también fue amante de Julio en los años sesenta, y Ana, la hija adulta de Julio (interpretada significativamente por un fantasma del pasado de Erice, Ana Torrent, la actriz infantil de El Espíritu de la Colmena). Cada encuentro despierta los viejos recuerdos y le acerca al dolor personal del que se ha estado escondiendo.
Porque Miguel, cuya última película fue realizada hace 22 años, se ha retirado de la sociedad y vive como un ermitaño hippie en una playa remota, pescando y cantando canciones de vaqueros con sus vecinos después de cenar, cultivando tomates y escribiendo esas entretenidas historias cortas en su casita rodante en la playa. La larga secuencia que explica esto es un interludio bastante extraño que frena bruscamente el impulso de la historia, justo cuando está a punto de desvelar su misterio central.
La película recupera fuerza en la última hora, cuando los temas de la memoria y la identidad pasan a primer plano, y Erice cierra el círculo con un final audaz y sorprendentemente cargado de emoción, que ofrece un cierre acertado con notas de esperanza y amor. Más allá del sofisticado uso del meta-cine y de las constantes referencias cruzadas entre ficción y realidad, el final es tan conmovedor como inesperado.
En los dos papeles principales, Manolo Solo y José Coronado son un estudio de contrastes. El Miguel de Solo parece conmocionado por la vida y sus tragedias, pero encuentra la energía para comprometerse de nuevo y salir adelante, esta vez en el papel de investigador; el enigmático Julio de Coronado está congelado en el tiempo sin identidad, sin saber quién es ni quién fue. Torrent y el resto del reparto femenino, que incluye a dos monjas, son mujeres fuertes y elocuentes que conocen su poder. Sin embargo, todos los personajes parecen condicionados por la oscura historia de su país, desde la referencia de M. Levy al Holocausto y los años del franquismo en España y más tarde los regímenes militares en Argentina. Es parte de su memoria colectiva y de su identidad lo que ensancha los retratos individuales.
Director: Victor Erice
Guion: Victor Erice, Michel Gaztambide
Reparto: Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, Helena Miquel, Maria Leon, Soledad Villamil, Ginés Garcia Millan
Productores: Cristina Zumárraga, Pablo E. Bossi, Víctor Erice, Jose Alba, Odile Antonio-Baez, Agustín Bossi, Pol Bossi, Maximiliano Lasansky
Productora Ejecutiva: Cristina Zumárraga
Cinematografía: Valentin Alvarez
Edición: Ascen Marchena
Dirección de arte: Curru Garabal
Vestuario: Helena Sanchis
Música: Federico Jusid
Diseño de sonido: Ivan Marin
Compañias Productoras: Almost Blue Films en asociación con Tandem Films, Nautiflus Films, Pecado Films, La mirada del adios A.I.E. with Pampa Films
Ventas mundiales: Film Factory Entertainment
Muestra: Festival de cine de Cannes (Première-Estreno)
en idioma español
169 minutos