Ganadora del premio al mejor guión en la sección Orizzonti del Festival de Venecia, y representando a Chile para el premio Oscar internacional 2023, la película Blanquita, de Fernando Guzzoni, sigue el desenlace de un sonado juicio por abusos sexuales que conmocionó a Chile en 2003 y en el que se vieron implicados poderosos empresarios y políticos.
Los anteriores trabajos de Guzzoni, que escribió y dirigió, Carne de perro (2012) y Jesús (2016), le valieron un reconocimiento entre las destacadas películas chilenas que denuncian el abuso y la discriminación, como El club (2015) de Pablo Larraín y Una mujer fantástica de Sebastián Lelios (Premio de la Academia a la Mejor Película Internacional 2018). Reportajes y documentales han sacado a la luz otros abusos, como los ocurridos en un enclave nazi alemán conocido como Colonia Dignidad. En la actualidad, protestas callejeras masivas han pedido el fin de la violencia contra las mujeres. En este clima de agitación, Guzzoni actualizó y dramatizó la historia de 2003 para profundizar en la vida interior de los personajes. Su guión, lleno de matices, nunca es explotador y sigue la erupción del “caso Spiniak”, un juicio que dominó los medios de comunicación de Chile y tuvo consecuencias imprevistas.
El personaje que da nombre a la película, Blanquita (Laura López, que convence en su primer papel), es una adolescente maltratada que busca justicia, no sólo para ella, sino para su mejor amigo, el frágil Carlos (Ariel Grandón), propenso a los ataques de ira pero desgarradoramente vulnerable. Ambos viven en una casa de acogida para jóvenes dirigida por un cura protector y posesivo, el padre Manuel (Alejandro Goic, que también hizo de cura en El club). La cara de póquer de Blanquita muestra su estoica determinación de llevar a los pederastas ante la justicia. Recoge las confesiones de Carlos y las hace suyas. A medida que aumenta el suspenso, nos damos cuenta de que la niña y el cura son en realidad cómplices, y juntos urden una trama que, a pesar de sus buenas intenciones, empieza a desbaratarse. Se enfrentan a adversarios formidables: los políticos, los abogados y los jueces, e incluso el cardenal, que amonesta al cura y protege a sus ricos donantes, por muy horrendos que sean sus pecados.
En el centro de la película hay un dilema ético: ¿deben quedar libres los violadores, mientras que los pobres son castigados por una mentira? Esto parecería un poco simplista, pero la intrincada red de motivaciones y encubrimientos en Blanquita nos obliga a pensar en la ironía y la injusticia de tales dilemas. “La mentira puede ser una forma diferente de llegar a la verdad”, dice el padre Manuel, mientras el político acusado denuncia una “caza de brujas”.
La película expone las diferencias de clase sin ser un sermón. Los decorados y las localizaciones cuentan su propia historia: desde el austero interior del refugio, donde un solitario crucifijo adorna las paredes desnudas, hasta el opulento decorado del despacho del cardenal o la oficina del juez. Blanquita emprende una verdadera peregrinación de penitencia en la que acaba convirtiéndose en la principal culpable. Su protector, el padre Manuel, se empeña tanto en denunciar a los pederastas que acaba acusado de perjurio. La película también traza el declive de la fe católica, a medida que sus sombríos rituales son sustituídos por las festivas celebraciones evangélicas que atraen a un mayor público.
El director de fotografía Benjamín Echazarreta crea una atmósfera oscura de thriller que apoya la narración. El sonido también desempeña un papel importante que contribuye a la creciente aprensión del espectador: las percusiones atonales y las cuerdas se mezclan con los cristales rotos aplastados bajo los pies, los cánticos de los manifestantes callejeros o el llanto de un bebé, para añadir estratos de dramatismo a la trama.
A medida que los abusos sexuales a menores salen a la luz en todo el mundo, Blanquita despertará el ineterés de festivales en todo el mundo. La película se estrena en los cines de Chile en noviembre, y sin duda suscitará también un renovado debate sobre el caso Spiniak y sus consecuencias.
Director y guión: Fernando Guzzoni
Reparto: Laura López, Alejandro Goic, Amparo Noguera, Marcelo Alonso, Daniela Ramírez, Ariel Grandon:
Productor: Giancarlo Nasi
Fotografía: Benjamín Echazarreta
Montaje: Jaroslaw Kaminski, Soledad Salfate
Música: Chloé Thevenin
Diseño de sonido: José Miguel Enríquez Rivaud
Sonido en locación: Federico González Jordán
Productoras: Quijote Films (Chile), en coproducción con Varios Lobos (México), Tarantula (Luxemburgo), Bonne Pioche Cinema (Francia), Madants (Polonia)
Ventas mundiales: New Europe Film Sales
Estreno: Festival de Venecia (Orizzonti)
Representa a Chile en los premios Oscar 2023
En español
98 minutos