Traducción de Lucy Virgen
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En Malqueridas, su primer largometraje impulsado por el activismo, emocionalmente crudo y conmovedor, proyectado en la Semana de la Crítica del Festival de Cine de Venecia, la documentalista Tana Gilbert captura la maternidad dentro de las prisiones chilenas.
Las grabaciones digitales en las cárceles chilenas son una actividad clandestina , oficialmente prohibida por reglamento y un motivo para afectar privilegios si se detecta, pero común de todos modos, pero no un delito. La facilidad con la que hoy se pueden grabar imágenes en un teléfono móvil, su disminuciòn de tamaño y la democratización de la tecnología digital, le ha permitido a la directora recopilar una visión de este mundo mucho más íntima y conducida por prisioneras del que es generalmente representado en el cine sobre la vida en prisión. También se distingue del diluvio de películas contemporáneas sobre nuestra realidad de redes sociales siempre en línea. El marco más conmovedor a través del cual considerar las imágenes digitales en Malqueridas es la foto familiar, porque estas instantáneas furtivas son una de las pocas formas en que una mujer que cumple condena puede anclar sus recuerdos y tener una conexión continua con su hijo.
Gilbert ha entretejido las imágenes tomadas por más de veinte mujeres que cumplen condena en prisión y sus testimonios. Estos han sido ensamblados como una experiencia colectiva, expresada por Karina (la ex reclusa Karina Sánchez, cuyas historias de su tiempo en prisión están incluidas). La película está formulada en gran medida como un proyecto colectivo de solidaridad (el padre de la misma Gilbert fue encarcelado en los EUA. cuando ella era una niña, según notas de prensa). El proyecto, investigado y desarrollado durante seis años, surgió a partir de imágenes subidas a Facebook por mujeres encarceladas, con quienes Gilbert se conectó personalmente. Para no poner en peligro su seguridad, trabajó sólo con mujeres que ya estarían fuera de prisión en el momento del estreno de la película.
A las mujeres se les permite tener a sus hijos encerrados con ellas hasta que los bebés cumplen dos años. Las presas de Malqueridas cumplen largas condenas, pero nunca sabemos los motivos. En lugar de reducir a estas mujeres a sus crímenes de una manera que refuerce un sistema punitivo, Gilbert muestra el costo emocional y el amplio impacto que su prolongada ausencia en el hogar tiene en sus familias. Tampoco es una película orientada a reunir pruebas del duro ejercicio del poder institucional dentro de la cárcel, aunque eso se refleja en un breve fragmento de las imágenes de la redada en una celda en la que los teléfonos corren el riesgo de ser confiscados, y ademas algunos recuerdos (por ejemplo un guardia echando agua a una mujer en una fría celda de aislamiento, por lo que debe dormir con ropa mojada).
Los encuadres verticales restringidos, lo borroso por la prisa frustran nuestra mirada, reforzando la sensación de que estas mujeres están aisladas de nosotros en un presente turbio y encerrado, con sus vidas exteriores a un mundo de distancia y el futuro sin una perspectiva clara. Además de segmentos de madres y bebés, hay imàgenes de fiestas y fuegos artificiales de Año Nuevo, lluvias torrenciales en el patio; fragmentos impresionistas de la existencia marginalizada en el flujo de las historias familiares cotidianas. Gilbert, para crear algo duradero, hizo imprimir y volver a digitalizar las imágenes. A pesar de, o quizás debido a la escasez y la ligereza del archivo visual, los detalles testimoniales son un devastador gancho al hígado. La condena moralizante estándar de que las prisioneras han abandonado intencionalmente a sus hijos al violar la ley se rechaza aquí en favor de una visión mucho más matizada y sensible de profunda empatía y conciencia de las grandes y brutales fuerzas socioeconómicas en juego. El tiempo en prisión para estas madres significa no sólo la privación de la libertad en términos literales, sino también una pérdida de conexión, influencia y control humanos. Existe una verdadera impotencia que surge al depender de los otros de afuera como cuidadores sustitutos, especialmente porque a menudo resultan poco confiables. Una hermana que está afuera se ha comprometido a cuidar a dos niños, pero en medio de un creciente problema de drogas, los entrega a un hogar de acogida. El padre los acepta nuevamente después de terminar su propia condena, pero en medio de la ruptura de la relación, les impide atender las llamadas de su madre. La tecnología digital puede conectarse fuera de los canales oficiales, pero crea una nueva vulnerabilidad a la manipulación y dificultad de acceso.
En el interior se forman vínculos maternos, y a veces sexuales, entre prisioneras que anhelan el consuelo de una familia sustituta. Karina inicia una relación con Maca, que fracasa debido a la drogadicción de esta última. Patty, la jefa de cincuenta y tantos años de un dormitorio vecino, ofrece estabilidad como la “mamá de la cárcel” de Karina. Karina, a su vez, cuida a Mari, de dieciocho años, que no puede asistir al funeral de su verdadera madre debido a su encarcelamiento. Cuidar a las más jóvenes se convierte para muchas en una forma de afrontar el dolor y la culpa de no ver a sus propios hijos, y en una comunidad solidaria contra la violencia institucional y la fuerte estigmatización social que las etiqueta como malas madres.
Directora: Tana Gilbert
Guion: Tana Gilbert, Paola Castillo Villagran, Javiera Velozo, Karina Sánchez
Productores: Paula Castillo, Dirk Manthey
Editores: Javiera Velozo, Tana Gilbert
Fotografìa: Mujeres cumpliendo condenas en prisión
Narradora: Karina Sanchez
Animación: Fanny Leiva Torres
Sonido: Carlo Sanchez, Janis Grossmann-Alhambra
Compañías productoras: Errante (Chile), Dirk Manthey Film (Germany)
Ventas: Square Eyes
Proyectada en: Festival de cine de Venecia (Semana de la crítica)
En español
74 minutos