El Jockey

El Jockey

VERDICT: Un jockey campeón se embarca en un viaje surrealista de desafío de género en el disparejo pero elegante, colorido y divertido thriller cómico de Luis Ortega.

Trad. Patricia Boero

El realismo mágico se une a un surrealismo que desafía los géneros de sexo en la última extravagante creación del escritor-director argentino Luis Ortega, El Jockey. Un cóctel embriagador de personajes estilizados, visualmente suntuoso y con salvajes giros narrativos, este frenético thriller ecuestre se disfruta sin esfuerzo como espectáculo camp, con ecos de Almodóvar en la mezcla, aunque su trama retorcida y descabellada ofrece más estilo que sustancia. Se proyectó en competición en Venecia, con un estreno norteamericano en Toronto y exhibición en San Sebastián.

En una actuación con cómica expresión tímida y vacía digna de Buster Keaton, Nahuel Pérez Biscayart (120 latidos por minuto) interpreta a Remo Manfredini, un jockey campeón de Buenos Aires que vive permanentemente drogado con alcohol y otras sustancias. En el pasado podía ganar carreras estando borracho, pero Remo ahora atraviesa una larga racha perdedora, y su turbio jefe, el gánster Sirena (Daniel Giménez Cacho), está perdiendo la paciencia.

Complicando aún más las cosas, la amante y colega jockey de Remo, Abril (Úrsula Corberó), gana más carreras que él, pero también está embarazada de su hija, lo que la obliga a sopesar las probabilidades entre terminar su carrera como madre o poner fin al embarazo. Mientras tanto, Abril es tentada por el interés romántico de otra jockey, Ana (Mariana Di Girolamo), dando un giro más explícitamente queer en los tonos de géneros fluidos y camp de la película. Un flirteo erótico en el vestuario entre las dos mujeres, escenificado como un enfrentamiento de danza disco-tango con floreos de torero, es una de varias deliciosas, tontas y destacadas secuencias de baile de la película.

Encerrado en un establo construido por los matones de Sirena, Remo se enfrenta a una última oportunidad para y redimirse y dejar el alcohol. Montando un semental japonés llamado Mishima, el nuevo caballo de Sirena, Remo parece inicialmente seguro de una victoria fácil. Pero está en un estado de ánimo alcoholizado y autodestructivo, lo que lleva a un terrible accidente, que Ortega registra sorprendentemente desde el punto de vista del caballo.

Despertando en el hospital, los recuerdos y la identidad de Remo han sido borrados. “Sus lesiones no son compatibles con la vida”, dice el médico. Pero la vida continúa, con nuevos pronombres, ya que el jockey, mentalmente fracturado, se pone un abrigo de piel y maquillaje, se autoproclama como Dolores, y sale del hospital para vagar por las calles de Buenos Aires en su nueva personalidad femenina.

Este salto de género sexual a través del espejo indica un cambio definitivo en los estándares mínimos del realismo narrativo, que El Jockey nunca recupera del todo. El acto final implica un tiroteo letal y una temporada tras las rejas, donde Remo habita su personaje de Dolores a la perfección, solo para dejarla abruptamente para volver a su profesión de jockey masculino, esta vez montando caballos para carreras ilegales clandestinas. Este último galope loco ofrece más florituras cómicas salvajes que cierre de la narrativa, dejando atrás demasiados cabos sueltos.

Aunque carece de coherencia o dirección en términos de narración, El Jockey es siempre divertido, inventivo y visualmente voluptuoso. Ortega fue apoyado por la productora de Almodóvar, El Deseo, en su última película, el thriller queer de un asesino en serie, El Ángel (2018), y su nueva película parece sentirse en deuda con la deslumbrante estética del maestro español: colores saturados, vestuario precioso, rica banda sonora retro. Ortega también trabaja aquí con el director de fotografía habitual del director finlandés Aki Kaurismäki, Timo Salminen, que aporta su gramática visual mordaz característica, toda simetría y geometría, un discreto humor visual, e interiores iluminados magistralmente.

Ortega salpica el amplio lienzo de El Jockey con tangentes surrealistas: un conejo en un microondas, un insecto entrando por una fosa nasal humana, personajes que inexplicablemente desafían la gravedad y suben por paredes verticales, una banda musical a caballo que recorre calles desiertas. Algunos de estos detalles sirven al tema central de identidad fluida – un bebé que misteriosamente cambia de color de piel a mitad de la trama, por ejemplo. Otros detalles se sienten como puros caprichos, lo que pondrá a prueba la paciencia de algunos espectadores, pero recompensa ricamente a aquellos con una mayor tolerancia para el slapstick – la comedia de los dibujos animados en vivo.

 

Director: Luis Ortega
Guionistas: Luis Ortega, Rodolfo Palacios, Fabián Casas
Reparto: Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó, Daniel Giménez Cacho, Mariana Di Girolamo, Daniel Fanego, Osmar Núñez, Roberto Carnaghi, Luis Ziembrowski, Jorge Prado, Adriana Aguirre, Roly Serrano
Fotografía: Timo Salminen
Edición: Rosario Suárez, Yibran Asuad
Diseñador de producción: Julia Freid
Vestuario: Beatriz Di Benedetto
Música: Sune Rose Wagner
Productores: Benjamin Domenech, Santiago Gallelli, Matias Roveda, Luis Ortega, Esteban Perroud, Axel Kuschevatzky, Cindy Teperman, Charlie Cohen, Paz Lazaro, Nando Vila
Productoras: Rei Pictures, El Despacho, Infinity Hill, Exile Content, Warner Music Entertainment, Piano, El Estudio, Snowglobe, Jacinto Films, Barraca Producciones
Ventas mundiales: Protagonista
Sedes: Festival de Cine de Venecia (Competición), Toronto, San Sebastian 2024 (Horizontes Latinos)
En español
97 minutos